Abra-Cooking-Dabra - Caos culinario, fácil de empezar, difícil de soltar
Nos encontramos con un “cooking card game” single player ambientado en una versión retorcida del País de las Maravillas, con un gato insufrible como jefe y una clientela de criaturas caprichosas. Un título sólido dentro del panorama indie reciente que engancha, se entiende en pocos minutos y acompaña de maravilla esas noches en las que apetece poner a prueba los reflejos sin sufrir demasiado. Una cocina mágica extremadamente adictiva.
REVIEWS
Carles "Zettai"
11/22/20258 min leer


Introducción
Door 407, el estudio ruso conocido por la demoledora estrategia Diplomacy is Not an Option y el relax urbanita de URBO, cambia por completo de registro con Abra-Cooking-Dabra, un experimento pequeño pero con una identidad clarísima. Lejos del cooperativo de sofá tipo Overcooked, aquí la cocina se traslada a un tapete de cartas donde se mezclan rompecabezas, gestión del tiempo y un toque de deckbuilding.
Lanzado en PC a través de Steam el 17 de noviembre de 2025, Abra-Cooking-Dabra se presenta como un “cooking card game” en solitario ambientado en una versión retorcida del País de las Maravillas, con un gato insufrible como jefe y una clientela de criaturas caprichosas. En un mercado donde los indies de gestión y cocinar no paran de salir, este juego evita la saturación apostando por partidas cortas, un bucle adictivo y una dificultad bastante amable.
Jugabilidad y Mecánicas
Abra-Cooking-Dabra se articula como un tablero de cartas donde cada ingrediente y cada utensilio es una pieza que se combina arrastrando una sobre otra: la cebolla sobre el cuchillo para pelar, de nuevo para picar, luego a la sartén y finalmente al plato del cliente. Los pedidos llegan con un temporizador visible y una lista de pistas, más cercana a un acertijo que a una receta explícita. Resolver ese enigma bajo presión es el núcleo de la experiencia.
La gracia está en cómo ese sistema, a priori sencillo, se desmadra. Conforme avanzan los niveles se añaden cartas de té, salsas, quesos, vacas, gallinas o incluso pequeños huertos donde plantar verduras. El tablero se llena de cadenas de producción: plantas que van al jardín, brotes que pasan por la tabla de cortar, ingredientes que se enfrían o se recalientan en nuevos utensilios. Dominar el “tráfico” de cartas, decidir qué zona de la mesa se dedica a cada tarea y aprender a no enterrarse a uno mismo es parte del encanto.
La meta-progresión refuerza este bucle. Entre servicios se pueden comprar nuevas herramientas, desbloquear ingredientes o añadir cartas especiales al mazo inicial, lo que recuerda por momentos a un deckbuilder muy light: cada mejora no abre builds radicalmente distintas, pero sí matiza la manera de trabajar la cocina. Lo justo para que el jugador sienta crecimiento sin tener que memorizar combinaciones complejas.
Curva de Dificultad
La curva de dificultad de Abra-Cooking-Dabra sorprende por su suavidad. Durante buena parte de la campaña, los niveles caen a la primera: el margen de error es generoso, los temporizadores permisivos y los pedidos rara vez exigen malabares extremos. La sensación se acerca a esos juegos de móvil “fáciles” que dejan encadenar pantalla tras pantalla sin castigar demasiado, hasta que el cerebro entra en un bucle de “una más y lo dejo”.
El caos, sin embargo, escala. No tanto en forma de enemigos o patrones imposibles, sino en la densidad de cartas sobre la mesa y en la longitud de los pasos necesarios para cada plato. Hacia los compases finales empiezan a aparecer pedidos que combinan múltiples pasos, ingredientes de varias fases y clientes especiales que alteran el orden del tablero, y ahí sí se exigen decisiones rápidas y cierta planificación.
Hay un elemento que rompe un poco ese equilibrio: la pausa activa. El juego permite detener el tiempo y, aun así, seguir dando órdenes, reorganizar cartas, comprar sobres o planificar rutas con total tranquilidad. Esta opción reduce drásticamente la presión y, usada sin autocontrol, convierte muchas fases en un rompecabezas estático donde solo hay que buscar la secuencia correcta. Lo que podría ser el equivalente a un “modo accesible” termina dejando la dificultad general en el lado bajo.
La ausencia de un tutorial realmente estructurado tampoco ayuda. Nuevas mecánicas, como algunos utensilios o ingredientes secundarios, se introducen de forma bastante orgánica, pero en varios niveles es fácil quedarse bloqueado sin tener claro cómo obtener un componente concreto o qué combinación produce un plato específico. Esa sensación de estar perdido podría aliviarse con explicaciones opcionales más claras o un recetario inicial que incluyera cómo obtener los ingredientes.
Contenido y Rejugabilidad
En términos de contenido, Abra-Cooking-Dabra ofrece 30 niveles, con retos que van desde los primeros servicios relativamente sencillos a mapas más avanzados, algún jefe culinario y al menos un modo de corte infinito pensado para quienes quieren seguir explotando la cocina sin fin. Entre medias, el juego va desplegando una colección amplia de platos británicos, desde ensaladas y guarniciones hasta postres, acompañados por un elenco creciente de comensales excéntricos.
Las mejores ideas de contenido están ligadas a esta escalada de complejidad y a la gestión de inventario. Decidir qué ingredientes guardar de un día para otro en la nevera, cuándo merece la pena invertir en un nuevo utensilio o qué cartas vender al gato para arañar unas monedas extra introduce una capa estratégica ligera pero satisfactoria. Bien utilizada, permite acelerar la cocina en niveles futuros y convierte cada ronda en parte de una cadena más larga de decisiones.
Aun así, la variedad real de mecánicas nuevas va perdiendo fuelle con el tiempo. Pasado cierto punto, el jugador ya ha visto casi todas las transformaciones posibles y las nuevas recetas tienden a ser permutaciones de cadenas previas, más largas o exigentes, pero no fundamentalmente distintas. Se echa en falta algún giro tardío que remueva el tablero con sistemas frescos, ya sea con nuevos tipos de cartas o modificadores de escenario más agresivos.
En cuanto a rejugabilidad, la propuesta se apoya más en repetir niveles para optimizar tiempos y en el propio modo infinito que en rutas alternativas o campañas paralelas. No hay historia ramificada ni grandes decisiones que inviten a múltiples pasadas; la motivación viene de perfeccionar la coreografía de cartas y exprimir el “flow” del servicio. Para sesiones cortas de 15 a 30 minutos encaja muy bien: entrar, cocinar en piloto semi-automático y salir.
Dirección artística y apartado visual
Visualmente, Abra-Cooking-Dabra entra por los ojos con una estética de mesa de juego elegante y una paleta apagada pero cálida muy coherente con la idea de café mágico itinerante. Las cartas, con ingredientes y utensilios ilustrados de forma limpia, resultan inmediatamente reconocibles incluso cuando el tablero se llena hasta los topes, algo esencial en un juego que vive de la legibilidad. Los comensales -toves, borogoves y demás fauna de inspiración Carroll - añaden un punto caricaturesco que evita que la cocina se sienta demasiado fría.
La interfaz acompaña bien al conjunto. La distribución de zonas de trabajo, pedidos y mazo superior facilita entender de un vistazo el estado del turno, mientras que pequeñas animaciones - ingredientes que “saltan” de carta en carta, monedas que vuelan hacia la reserva- aportan la cantidad justa de feedback sin convertir la pantalla en una feria de efectos. Incluso el mapa del viaje entre Londres y los distintos destinos funciona como un respiro visual entre servicios.
Cuando el tablero entra en modo caos absoluto, sí aparecen ciertas fricciones: pilas de cartas superpuestas que requieren varios clics para alcanzar el ingrediente necesario, u objetos importantes que se pierden un poco bajo la maraña de iconos. No es un problema constante, pero en niveles avanzados obliga a una disciplina férrea en la colocación y revela el límite de claridad del diseño actual.
Apartado Sonoro
Si la presentación visual sabe darle personalidad propia a esta cocina mágica, el sonido se queda varios pasos por detrás. Abra-Cooking-Dabra se apoya en una banda sonora de jazz suave y temas ambientales pensados para acompañar sin molestar, en línea con cómo se ha presentado el juego durante su demo: “gatos, cocina, cartas y jazz” como carta de presentación. Sobre el papel la idea encaja, pero en la práctica las piezas resultan planas y muy repetitivas, hasta el punto de desaparecer del fondo o invitar a bajar el volumen y poner otra cosa.
Los efectos de sonido cumplen, pero tampoco aportan demasiada información. El feedback al combinar cartas, completar platos o servir a los clientes podría ser mucho más expresivo: pequeños “pops” más diferenciados, señales claras cuando un pedido entra en zona de peligro, sonidos de fallo que transmitan tensión. Ahora mismo, el ritmo del servicio se sostiene casi exclusivamente en lo visual, y el audio no termina de reforzar ni el estrés controlado ni la satisfacción de encadenar varios platos perfectos.
Se trata, seguramente, del área con mayor margen de mejora. Una revisión con más capas de música adaptativa según el caos de la cocina y efectos mejor definidos podrían elevar bastante la experiencia sin tocar ni una sola carta del diseño jugable.
Lo bueno:
Loop de cocina por cartas muy bien cerrado, que mezcla puzle y gestión del tiempo de forma inmediata y satisfactoria.
Escalado del caos muy conseguido cuando el tablero se satura de ingredientes, utensilios y combos.
Dificultad amable que permite avanzar casi siempre a la primera y favorece las sesiones de “una más y lo dejo”.
Progresión ligera con nuevas herramientas, ingredientes y mejoras entre niveles que da sensación de crecimiento sin abrumar.
Lo malo:
Tutorial prácticamente inexistente.
Sin historia ni campaña estructurada más allá del marco del País de las Maravillas y el gato cascarrabias.
Apartado sonoro flojo, con música poco inspirada y efectos discretos que no acompañan la tensión ni el groove de la cocina.
Algún bug puntual en pedidos que pueden exigir ingredientes no disponibles en el mapa, obligando a recurrir a comodines para salvar la partida.
Conclusión
Abra-Cooking-Dabra es el tipo de proyecto indie que sabe exactamente hasta dónde quiere llegar: no busca ser el siguiente gran fenómeno del cooperativo de cocina, sino una experiencia de cartas y puzles muy centrada en sesiones cortas, caóticas y sorprendentemente relajadas. La apuesta de Door 407 por llevar su gusto por los sistemas a una cocina británica en el País de las Maravillas se traduce en un juego profundamente adictivo, donde el mayor enemigo no es el temporizador, sino la propia capacidad de organizar un tablero que se desborda.
Sus mayores virtudes están en ese bucle jugable tan bien afinado, en la forma en que el caos escala sin romper la legibilidad y en una dificultad que anima a seguir avanzando sin grandes bloqueos. A cambio, el contenido tiende a repetirse, la ausencia de un tutorial claro puede frustrar en algunos momentos y el apartado sonoro no está a la altura del resto de la producción. La sensación general, no obstante, es la de un título muy redondo dentro de su escala, ideal para tener anclado en la biblioteca e ir sacándolo cuando apetece “cocinar algo rápido” entre juegos más largos.
Con todo, Abra-Cooking-Dabra se queda como una recomendación sólida dentro del panorama indie reciente: un juego de cartas culinarias que engancha, se entiende en pocos minutos y acompaña de maravilla esas noches en las que apetece poner a prueba los reflejos sin sufrir demasiado. Una cocina mágica extremadamente adictiva.
Puntuación Final: 8/10
Recomendado para:
Jugadores de gestión y tiempo limitado que busquen sesiones cortas pero intensas, con la sensación constante de “hacer mil cosas a la vez”.
Fans de los deckbuilders ligeros y de los puzles tipo solitario que quieran algo más táctil y visual, sin necesidad de builds complejas.
Quienes disfrutan de Overcooked, PlateUp! o Cook, Serve, Delicious!, pero quieren una alternativa 100 % single player, menos punitiva y más centrada en la planificación que en la ejecución milimétrica.
Plataformas disponibles: PC.












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