Donkey Kong Bananza – ¡DK está de vuelta!

Donkey Kong Bananza trae de vuelta al gorila más famoso de Nintendo en una nueva aventura de plataformas 3D cargada de acción. En esta entrega, casi todo el entorno se puede destruir con la fuerza bruta de DK, añadiendo una mecánica fresca y adictiva. Acompaña a Donkey Kong y a una joven Pauline en un viaje subterráneo lleno de color, secretos nostálgicos y desafíos, donde romper el escenario es la clave para avanzar y descubrir todas sus sorpresas.

REVIEWS

Carles "Zettai"

8/15/202515 min leer

Introducción

Han pasado más de diez años desde la última aventura principal de Donkey Kong, y Bananza llega para colmar esa espera. Desarrollado por Nintendo para su nueva Switch 2, este título busca renovar la fórmula clásica de plataformas con una idea radical: permitirnos arrasar con el escenario. El resultado es un juego que mezcla lo familiar (salto, exploración y coleccionables al estilo Nintendo) con lo novedoso de su sistema de destrucción. La premisa narrativa, inusualmente emotiva para la saga, pone a Donkey Kong en el papel de protector de Pauline, la antigua damisela del arcade original, aquí representada como una niña, mientras ambos se adentran en las profundidades de la tierra para encontrar un núcleo mágico capaz de conceder deseos y así devolverla a casa. Esta travesía al centro del mundo sirve de excusa para una aventura llena de humor y momentos entrañables, además de un despliegue técnico que muestra de lo que es capaz la nueva consola de Nintendo. ¿Está a la altura de la legendaria saga del simio? Veámoslo en detalle.

Narrativa y personajes

Tradicionalmente, los juegos de Donkey Kong no destacan por su historia, pero Bananza sorprende con una narrativa sencilla pero efectiva. Donkey Kong inicia la aventura tras encontrarse con Pauline, y a lo largo del viaje veremos cómo se forja un vínculo cada vez más fuerte entre el rudo gorila y la ingeniosa niña. Pauline aporta una nueva dinámica a la serie: lejos de ser una carga, actúa como acompañante carismática y útil, ofreciendo consejos y reacciones que añaden calidez a la travesía. Sus diálogos (con doblaje de voz incluido, algo poco habitual en juegos de Mario/DK) le dan mucha personalidad y convierten cada descanso en una oportunidad para conocerla mejor. El tono general de la historia es ligero y aventurero, con toques de humor clásico de Nintendo, pero también tiene momentos sorprendentemente tiernos y emotivos. Sin revelar demasiado, hay escenas hacia el final que logran conmover, recordándonos que incluso en un plataformas alocado se puede transmitir corazón.

Eso sí, no esperes una trama compleja ni giros narrativos muy elaborados, sigue siendo un juego pensado para todas las edades con un conflicto bastante básico. El villano o desafío final cumple su papel sin alardes, pero lo importante aquí es el viaje y la química entre los protagonistas. En este sentido, Bananza funciona como un homenaje a la historia de Donkey Kong: encontraremos numerosos guiños a juegos anteriores integrados en la aventura, desde referencias visuales hasta pequeñas bromas para los fans veteranos. Pauline misma es un guiño viviente al pasado, y su presencia refresca la fórmula. En conjunto, la narrativa cumple con creces: es amena, coherente con el espíritu de la franquicia, y aporta un hilo conductor agradable para motivar la progresión.

Jugabilidad y mecánicas

El núcleo de Donkey Kong Bananza brilla por su innovadora mecánica de destrucción. Aunque estamos ante un plataformas 3D, cada nivel se convierte en un campo de juegos destructible donde prácticamente cualquier pared, suelo o estructura puede ser despedazada a puñetazos. Donkey Kong hace honor a su fuerza legendaria: con sus enormes manos puede romper rocas, derribar muros, excavar túneles y, en general, causar estragos en el entorno. Esto no solo es divertido de por sí, sino que tiene implicaciones jugables muy interesantes. Por un lado, genera un caos controlado muy satisfactorio, casi catártico: pocas cosas hay tan entretenidas como arrasar con todo a tu paso y ver el escenario hacerse pedazos. Por otro lado, la destrucción es útil: muchas veces la mejor (o única) forma de avanzar o de encontrar secretos es abriendo brechas en lugares aparentemente sólidos. El juego recompensa la curiosidad y la exploración a golpe limpio, ocultando coleccionables tras paredes agrietadas o bajo el suelo frágil.

Los controles de DK se sienten sorprendentemente pulidos considerando la complejidad de permitir tanta interacción con el entorno. Saltar con precisión sigue siendo importante, pero ahora va de la mano con golpear y lanzar objetos. La sensación de peso y potencia de Donkey Kong está muy lograda: realmente nos sentimos como un gorila gigantesco capaz de hacer temblar el mundo. Además de los golpes básicos, Bananza introduce habilidades especiales y transformaciones animales que amplían el repertorio de movimientos. Por ejemplo, hay momentos en que DK adquiere formas inspiradas en antiguos compañeros (¡incluso puede convertirse en cebra!), lo que le permite superar obstáculos específicos. Estas transformaciones añaden variedad a la jugabilidad y suelen ser clave en las peleas contra jefes, aunque también se usan para resolver pequeños puzzles en los niveles.

El diseño de progresión está muy bien integrado con la jugabilidad. Cada plátano dorado que recolectamos, el equivalente a las lunas de Mario Odyssey o las estrellas de Mario 64, no es solo un contador de avance, sino que sirve para mejorar las habilidades de DK. Por cada cierto número de plátanos obtenemos puntos de habilidad que podemos invertir en incrementar nuestra salud, fuerza u otras estadísticas, e incluso mejorar la duración o efectividad de las transformaciones. De igual manera, hay otros coleccionables como fósiles esparcidos por el mapa que funcionan como moneda para desbloquear trajes y accesorios tanto para DK como para Pauline. Lejos de ser meramente estéticos, estos atuendos aportan ventajas jugables, como nadar más rápido o tener más posibilidades de encontrar tesoros. Esta capa de personalización incentiva a explorar cada rincón destruyendo en busca de más ítems, ya que cambiar de vestimenta tiene un efecto tangible en cómo afrontas ciertas zonas.

En cuanto a la acción directa, Donkey Kong dispone de sus puñetazos, agarrones y pisotones clásicos para enfrentarse a los enemigos. Los combates son sencillos y quizá el aspecto menos destacado del juego: la mayoría de enemigos menores caen fácilmente bajo nuestros golpes, y los jefes finales de cada mundo resultan bastante fáciles una vez entiendes la mecánica (generalmente usar cierta transformación o elemento del entorno contra ellos). Los jugadores veteranos pueden sentir que falta un poco de desafío en estas peleas, pero aun así, son enfrentamientos espectaculares en puesta en escena, y encajan bien temáticamente con cada nivel, aunque más como espectáculo que como prueba de habilidad.

Cabe señalar que golpear sin parar acaba siendo agotador tras muchas horas seguidas. El propio juego parece consciente de ello y ofrece respiros en forma de pequeños retos de puzzles repartidos en las fases. Al estilo de los santuarios de Zelda: Breath of the Wild, existen zonas especiales donde, en vez de destruir, debemos usar la cabeza para resolver acertijos. Estos desafíos opcionales aportan un cambio de ritmo muy bienvenido y exploran ideas ingeniosas con las mecánicas. La combinación de secciones de puro destrozo con momentos de puzzle ligero mantiene la aventura fresca y evita que la fórmula se vuelva monótona. En general, la jugabilidad de Bananza se siente refinada, accesible y sumamente divertida, ofreciendo una experiencia apta tanto para los más pequeños como para jugadores de toda la vida que disfrutarán con su propuesta única.

Diseño de niveles y exploración

La odisea de Donkey Kong y Pauline nos lleva a través de un inmenso mundo subterráneo dividido en múltiples áreas o “capas” de profundidad. Cada vez que completamos una zona, literalmente nos hundimos más y más en la tierra, descubriendo nuevos biomas insospechados en las profundidades. Esta estructura de descender nivel a nivel le da al juego una cohesión especial: sientes de verdad que estás haciendo un viaje al centro de la Tierra, con todo lo extraño y claustrofóbico que eso implica. Sorprendentemente, aunque la aventura ocurre bajo tierra, los escenarios son muy variados en estética y paleta de colores. Pasaremos por cavernas luminosas con cristales, bosques subterráneos con vegetación bioluminiscente, ruinas antiguas e incluso lugares insólitos como una playa oculta a kilómetros de la superficie. Cada mundo tiene su toque de personalidad visual y un tema propio (tanto artístico como musical), lo que mantiene la sensación de descubrimiento constante.

El diseño de niveles opta más por la exploración abierta que por el recorrido lineal. No llega a ser un “mundo abierto” completo, pero sí recuerda a los sandboxes tipo Mario Odyssey en el sentido de que cada nivel es un área amplia donde podemos desviarnos, buscar secretos y cumplir objetivos en el orden que queramos. Gracias a la libertad que otorga la destrucción, muchas veces podemos abrir caminos alternativos, saltarnos secciones usando atajos improvisados o encontrar entradas ocultas destruyendo cierta pared. Los desarrolladores han escondido montones de secretos, coleccionables y zonas ocultas, recompensando a quienes experimentan con romper cada esquina del mapa. La exploración se siente muy orgánica: si algo parece sospechoso, probablemente haya un coleccionable detrás esperando a ser desenterrado a puñetazos.

En el aspecto de contenido, Bananza ofrece horas de entretenimiento. Completar la historia principal puede llevar fácilmente unas decenas de horas si te dedicas a explorar, y tras ver los créditos hay contenido extra: se habilitan niveles y desafíos post-juego que suponen un verdadero reto para quienes buscan exprimir al 100% el título. Al estilo de otros juegos de Nintendo, las fases opcionales finales suben la dificultad y pondrán a prueba el dominio de todas tus habilidades, algo que se agradece dado que la campaña base es bastante accesible. También encontraremos misiones secundarias ligeras otorgadas por ciertos NPC en los campamentos entre niveles (por ejemplo, recopilar X objetos o ayudar a algún personaje), que sin ser muy profundas añaden algo más que hacer aparte de avanzar.

Ahora bien, no todo es perfecto en el mundo subterráneo. Aunque la variedad visual de los entornos es grande, no todos los niveles logran ser realmente memorables. Se echa en falta ese factor especial que haga que cada mundo se quede grabado en la memoria como ocurría con, por ejemplo, los reinos de Mario Odyssey. Varios escenarios, especialmente en la mitad del juego, resultan algo genéricos en su temática (muchas cuevas y rocas similares) y carecen de elementos únicos que los distingan. Quizá por la propia ambientación subterránea, algunos sitios pecan de ser un tanto apagados o repetitivos en su diseño artístico. Del mismo modo, muchos personajes secundarios o criaturas que encontramos no tienen el carisma de los Kong clásicos o de los enemigos de Rare; cumplen su función pero son olvidables en cuanto avanzas al siguiente nivel. No es que el juego luzca mal, ni mucho menos, pero dado el potencial de la premisa se podría haber arriesgado más con mundos verdaderamente alocados y variados. Aun con esas salvedades, cada capa ofrece gameplay de sobra para divertirse, y cuando un nivel no impresiona demasiado visualmente, lo compensa con sus posibilidades jugables.

Mención especial merecen los huevos de pascua diseminados por la aventura. Los fans de larga data encontrarán referencias a los Donkey Kong Country de SNES y a Donkey Kong 64, entre otros. Desde pequeñas melodías ocultas que evocan a David Wise, hasta detalles como enemigos o objetos con guiños a la era de Rare, el juego está repleto de nostalgia bien entendida. Incluso ciertos personajes nuevos parecen homenajes a clásicos: por ejemplo, unas peculiares piedras con ojos desorbitados recuerdan mucho al estilo de los NPC de Banjo-Kazooie, lo cual parece un guiño deliberado a la contribución de Rare en esta franquicia. Todo esto convierte a Bananza en una carta de amor a la historia de Donkey Kong, se nota que los desarrolladores estudiaron a fondo la saga y quisieron honrar su legado. Explorar no solo satisface por la jugabilidad, sino también por ese placer de descubrir cómo cada rincón rinde tributo a los 40 años de aventuras de DK.

Dirección artística y apartado técnico

En lo visual, Donkey Kong Bananza luce espectacular. El motor gráfico aprovecha la potencia extra de Switch 2 para ofrecer entornos amplios, llenos de detalles y con efectos de iluminación y partículas vistosos, sobre todo al destruir elementos del escenario. Ver cómo las paredes se resquebrajan, el suelo se levanta y los fragmentos vuelan por la pantalla es un deleite técnico; cada cascote que sale disparado contribuye a la sensación de caos. Los mundos subterráneos están bañados en colores vibrantes cuando la temática lo requiere (biomas con hongos luminosos, ríos de lava, cristales brillantes) y también saben volverse oscuros y opresivos cuando la ambientación aprieta. Esa variedad cromática evita que la estética se estanque en tonos marrones o grises, a pesar de la abundancia de roca y tierra. Los personajes principales, Donkey Kong y Pauline, están modelados y animados con gran calidad: DK es expresivo y fuerte, con animaciones graciosas al golpear o trepar, mientras Pauline muestra gestos de asombro, alegría o temor que la hacen muy humana en medio de la locura simiesca.

La dirección artística combina el estilo caricaturesco típico de Nintendo con un toque más fantástico debido a la ambientación inusual. Hay escenarios realmente creativos en las capas más profundas, que van volviéndose más extraños conforme nos acercamos al núcleo del mundo, como si estuviésemos entrando en territorios casi oníricos. Eso sí, se nota la intención de mantener cierta coherencia visual (todo pasa bajo tierra, después de todo), lo cual tiene sus pros y contras como mencionamos: coherencia sí, pero a costa de limitar un poco la diversidad temática en algunos tramos. Con todo, el juego logra imágenes impactantes y memorables en varios momentos clave, especialmente en la recta final donde la imaginación de los diseñadores se desata por completo.

En el apartado técnico, Bananza es mayormente sólido pero con algunos tropiezos menores. Por un lado, impresiona que un mundo tan destructible corra con fluidez; la mayor parte del tiempo el rendimiento es estable, sin caídas notorias mientras despedazamos niveles enteros. Sin embargo, en las situaciones más caóticas sí hemos apreciado alguna bajada de framerate puntual. No es nada que arruine la experiencia, y es posible que futuros parches optimicen estos momentos, pero está ahí. Curiosamente, algunos jugadores han notado que estos tirones suceden más al jugar en modo dock (en televisor) que en portátil, señal de que el juego lleva al límite la consola en alta resolución. En cualquier caso, el impacto en la jugabilidad de esos bajones es mínimo; la mayoría del tiempo podremos destruir a gusto sin problemas técnicos.

Otro aspecto a mencionar es la cámara. Controlar la cámara en un entorno 3D donde puedes abrir agujeros en el suelo y crear túneles es un desafío, y ocasionalmente el juego no sale airoso. En espacios muy cerrados o al cavar hacia abajo, la cámara a veces se coloca en ángulos incómodos, dificultando ver bien a DK y provocando algún salto impreciso. No es un fallo grave, de hecho, sucede con poca frecuencia, y dadas las circunstancias es comprensible, pero conviene estar prevenido. Ajustarla manualmente ayuda, y normalmente en áreas abiertas no tendremos inconvenientes; es en esos pasillos estrechos o recovecos bajo tierra donde de pronto la perspectiva se vuelve un poco loca. Afortunadamente, estos momentos son breves y el juego suele diseñar las secciones de forma que no dependas de precisión milimétrica justo cuando la cámara se pone quisquillosa.

En cuanto a estabilidad general, Bananza llega muy pulido: no hemos encontrado bugs importantes ni glitches destacables durante nuestras partidas. Las cargas entre niveles existen (cada vez que caes a una nueva capa hay una pequeña transición), pero son rápidas y vienen amenizadas con simpáticas escenas de DK y Pauline cayendo por el túnel, de modo que no cortan el ritmo. En resumen, a nivel técnico el título demuestra ser un auténtico escaparate para Switch 2, exhibiendo músculo gráfico y nuevas posibilidades (como la física de destrucción masiva) aunque a costa de coquetear con los límites de la máquina. Es un precio pequeño a pagar por una experiencia tan singular en el catálogo de Nintendo.

Apartado Sonoro

La música en Donkey Kong Bananza es pura energía tropical y aventurera. La banda sonora acompaña perfectamente la acción, combinando ritmos animados de percusión, toques de jazz y melodías orquestales cuando la épica lo requiere. En la superficie se escuchan acordes que recuerdan a los clásicos temas de la jungla, pero conforme descendemos, los arreglos musicales se vuelven más misteriosos y atmosféricos, reflejando cada entorno: hay pistas llenas de ecos cavernosos, otras con guitarras isleñas relajantes para la playa subterránea, y otras frenéticas durante las peleas. Los fans de la saga apreciarán pequeñas referencias musicales: por ejemplo, ciertos compases que evocan los temas de Donkey Kong Country e incluso un par de notas del memorable DK Rap escondidas con humor en algún rincón. En conjunto, no sabemos si la banda sonora alcanzará el estatus legendario de la de Aquatic Ambience o Stickerbush Symphony, pero sí podemos decir que es pegadiza, variada y muy acorde al tono del juego. Algunos jugadores la han destacado ya entre sus favoritas recientes de Nintendo.

Los efectos de sonido contribuyen enormemente a la satisfacción de la mecánica de romper. Cada golpe de Donkey Kong viene acompañado de un “crunch” contundente, cada pared que se rompe suena con estruendo de rocas y cada banana recolectada emite el clásico pling alegre que hace casi imposible resistirse a cogerlas todas. Hay cuidado en estos detalles: si rompemos estructuras metálicas suenan diferente a las de madera o piedra, lo que aporta realismo dentro del estilo cartoon. Asimismo, los gruñidos y onomatopeyas de DK al saltar o recibir daño mantienen el carácter simpático del personaje (tranquilo, DK no habla, solo hace sus ruidos habituales).

En cuanto a las voces, como mencionamos, Pauline tiene voz propia durante las cinemáticas y algunos momentos jugables, al menos en su idioma original. Su interpretación le da mucho encanto al personaje, transmitiendo asombro, miedo o entusiasmo según la situación. No es un doblaje intrusivo ni excesivo; de hecho, no todos los diálogos están hablados, solo los más importantes, combinados con textos en pantalla. El resto de personajes no jugadores sueltan algún exclamación breve o ruidito característico (como suele hacer Nintendo), lo cual está dentro de lo esperado. Importante para el público hispanohablante: el juego viene traducido al español en todos sus textos, aunque las voces de Pauline y compañía permanecen en inglés (con subtítulos). Los efectos sonoros cumplen sobradamente, desde el eco en las cavernas hasta el bramido de las criaturas enemigas, creando una atmósfera inmersiva sin distraer de la jugabilidad.

En definitiva, el apartado sonoro redondea la experiencia: música alegre y temática, efectos que potencian cada golpe y un toque de voz que humaniza la aventura. Puede que no alcance las cotas legendarias de Rare en los 90, pero es difícil no tararear alguna melodía de Bananza tras varias horas de juego.

Lo bueno:

  • Mecánica de destrucción del entorno original, satisfactoria y tremendamente divertida.

  • Variedad de escenarios coloridos y secretos escondidos que invitan a la exploración constante.

  • Coleccionables y sistema de mejoras bien integrados: cada banana y objeto tiene un propósito jugable.

  • Pauline y demás personajes entrañables, aportando carisma y frescura a la aventura.

  • Constante homenaje a la saga Donkey Kong, repleto de guiños nostálgicos para los fans veteranos.

Lo malo:

  • La acción puede volverse repetitiva a largo plazo; romper todo continuamente llega a cansar tras muchas horas.

  • Dificultad muy accesible: combates y jefes poco desafiantes para jugadores experimentados.

  • La cámara es imprecisa en ocasiones puntuales (espacios cerrados), pudiendo dificultar algunos saltos.

  • Bajones de rendimiento aislados en momentos de mucho caos (no rompen el juego, pero existen).

Conclusión

Donkey Kong Bananza es el regreso triunfal que el querido gorila necesitaba. Nintendo ha logrado un juego de plataformas que se siente fresco y único, gracias a la apuesta por la destrucción total como eje jugable. Arrasar con los escenarios resulta tan entretenido como suena, y la aventura rebosa esa diversión desenfadada que caracteriza a las mejores obras de la compañía. A la vez, es un título que mira al pasado con respeto: llena de detalles nostálgicos y amor por la franquicia, Bananza demuestra entender qué hace especial a Donkey Kong desde hace décadas. Sus niveles ofrecen un sandbox de caos creativo, su narrativa simple consigue sorprender con momentos emotivos, y en conjunto deja sensaciones muy positivas tras completar el viaje. Es de esos juegos que te dejan una sonrisa, recordándote por qué enamoran los plataformas de la vieja escuela cuando se atreven a innovar.

Por supuesto, no es un juego perfecto ni pensado para todos los públicos por igual. Quienes busquen un desafío elevado o una jugabilidad muy técnica podrían encontrar Bananza algo fácil y repetitivo en comparación con otros plataformas. Tampoco satisfará a quienes prefieran experiencias lineales y estructuradas, pues aquí reina la libertad de destrozar y explorar a tu antojo. Sin embargo, para la gran mayoría de jugadores –desde niños hasta veteranos– estas pegas serán menores frente a todo lo que ofrece. Donkey Kong Bananza es, en esencia, un festival de diversión y creatividad, un título que arriesga con ideas nuevas sin perder la identidad de sus protagonistas. Pone el listón alto para la nueva generación de Switch 2, demostrando de lo que es capaz la consola y abriendo la puerta a que Donkey Kong vuelva a ser un referente del género. En definitiva, una aventura altamente recomendable que combina tradición y novedad de forma brillante. ¡Donkey Kong ha vuelto, y vaya si lo ha hecho! ¡A romperlo todo!

Puntuación Final: 9.5/10

Recomendado para:

  • Fans de Donkey Kong y de los plataformas 3D de Nintendo en general (Mario, Banjo, etc.), que apreciarán sus guiños y frescura.

  • Jugadores que disfrutan explorando niveles abiertos en busca de coleccionables y secretos.

  • Quienes busquen un título de acción/plataformas accesible, original y sumamente divertido, ideal para todas las edades.

  • Amantes de los videojuegos con mecánicas creativas que ofrecen libertad para experimentar y destruir a placer.

Plataformas disponibles: Nintendo Switch 2 y Nintendo Switch (utilizando GameShare con una Nintendo Switch 2).